¿Qué me importa quién soy?

Si para transformarnos tuviéramos que perderlo todo, incluso lo que somos, lo que con tanto esfuerzo hemos construido, ¿querríamos transformarnos? ¿Podremos en verdad empezar de nuevo?

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Qué me importa ser inteligente,

si no puedo estar junto a la gente

y de qué me sirve ser eficiente

si cuando me llaman

no puedo estar presente.


Qué me importa ser ingeniero

si a mi hermano la mano niego,

y para qué tantos cálculos,

precisos, serios y sofisticados,

si amor al mundo dar no puedo.


Qué me importan mis argumentos

si no puedo decir simplemente “lo siento”

y para qué quiero defenderme,

tensionarme y protegerme

si no puedo estar para todo abierto.


Qué me importa mi conocimiento

si me aleja de quienes quiero

y de qué me sirve tanto saber

si no puedo exponer,

simplemente lo que siento.


Para qué quiero ser diferente

si eso me hace estar ausente,

andando un camino solitario

pretencioso e imaginario

como todos los engaños de la mente.


Y mi voluntad, ¿para qué la quiero

si no me hace querer lo que en verdad quiero?,

si me fuerza a caminar con apuro

por un sendero al que llaman mundo

cuando el mundo del corazón es sencillo y ligero.


Nada importa quién sea,

tampoco lo que de mí crean;

tan solo quiero perderme

y hacerme de vuelta transparente

para llegar al alma sincera.


Para qué quiero privilegios

si no puedo estar en medio

de aquellas gentes comunes

que por altas aspiraciones no se confunden

ni se encierran en burbujas de silencio.


Qué importa si tengo o no tengo razón

si lo que digo no sale del corazón.

Más me vale soltarlo todo

y ver que aún mi más elevada idea

es apenas una fría y vana opinión.


Qué me importa quién soy

si con una pesada armadura estoy,

olvidando mi corazón de luz

que se abre como el cielo azul

siendo sensible y bondadoso

en el que no hay un "Yo" que necesite protección.


Qué importan mis ideales

si no son más que ensueños fantasmales,

que me hacen mirar muy muy lejos

y no ver lo que ante mis ojos tengo

olvidando tomar las manos fraternales.


Qué me importa ya mi futuro,

mis planes y mi bien seguro

si al verdadero destino me cierro,

al azar miro con miedo

y al abismo de la gracia no me aventuro.


Qué me importa perder la vergüenza

si es un yugo que fuerte aprieta;

más vale perder el orgullo y el decoro

y mostrar de vuelta los húmedos ojos

de un corazón libre que late con viveza.


Qué me importa ya mi fuerza,

mi virtud y mi fortaleza

si con eso solo me pongo duro

y mi corazón se llena de orgullo

sin poder rendirme a la vida nueva.


Qué me importa que mi vida se derrumbe

si es una torre que con tanto esfuerzo sostuve;

más vale que caiga de una buena vez

y que por fin me deje ser

para caminar de vuelta sobre el suelo:

ese pequeño placer que por tanto tiempo pospuse.


De qué me sirve la suerte

ya que sin importar qué me acontece

lo de adentro es lo que permanece.

Y eso es lo que quiero agradecerte,

oh Vida, tan pero tan transparente

que apenas pude verte.


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