¿Qué es la no-dualidad?
Exploraremos aquí qué es este concepto de la no-dualidad, su fundamento y justificación, así como sus implicaciones más directas en la vida.
Definición de la no-dualidad
La no dualidad, o el no dualismo, es un término que deriva de la palabra sánscrita advaita que literalmente significa 'no dos', refiriéndose a que la realidad fundamental es no-dual y que la dualidad o multiplicidad es tan sólo aparente e ilusoria.
Esto significa que todas las diferencias que percibimos entre una cosa y otra, o entre un ser y otro ser, no son reales, sino tan sólo aparentes. Es decir, “esto” (por ejemplo, un árbol) no es realmente diferente de “aquello” (una silla). De hecho, toda palabra que podamos expresar será necesariamente engañosa puesto que las palabras discriminan entre esto y aquello, pero la realidad no puede ser dividida ni contenida en un nombre.
El Yo y el mundo
Sin embargo, la no-dualidad no se limita a señalar que todas las cosas que existen en el universo no son diferentes unas de otras, ni están separadas, sino que va más allá y señala que las cosas que solo aparecen en la mente, como pensamientos, emociones, sentimientos, imaginaciones, percepciones, etc, no son diferentes unas de otras y tampoco son diferentes de las cosas en el universo “físico”. Es decir, lo mental y lo físico no son diferentes en la realidad.
Es más, el individuo o “Yo” que experimenta estas cosas no es diferente de lo mental ni de lo físico. Nada es diferente de este “Yo”. Más aún, este “Yo” no es diferente de la divinidad, o Dios, o aquello que está “más allá” del universo y la mente. Ni el universo, ni la mente, ni Dios, ni el “Yo” son distintos unos de otros. Por lo tanto, el “Yo” que se cree un individuo diferente y separado de todo lo demás es necesariamente ilusorio.
Nada es diferente de la realidad, pues la realidad es lo único que verdaderamente existe, aquello que existe por sí mismo, y nada existe aparte de aquello que existe por sí mismo. Por lo tanto, ni el universo, ni la mente, ni Dios, ni el individuo son diferentes de la realidad, pues no hay nada aparte de la realidad.
La vía negativa
Nótese que estoy expresando estos puntos negativamente, diciendo que “no hay diferencias” o negando la dualidad, que es la forma en la que la filosofía no-dual encara su discurso. En este sentido, la no-dualidad se caracteriza por preferir “la vía negativa” como forma de expresar lo inefable: la realidad no es esto ni lo otro.
De hecho, eso mismo se puede notar en el uso de la palabra “no-dualidad” que es considerado más adecuado para hablar de estos temas, en contraste con expresiones más positivas como “unidad” o “uno”. Esto es debido a que de lo contrario la mente se verá tentada a buscar esa “unidad” o “uno”, de la misma manera que busca un objeto, pero la realidad no puede ser un objeto pues eso implicaría que es algo concreto y limitado, distinto de algo más. De hecho, esto es justamente la principal limitación de la mente: que sólo puede concebir algo en términos dualistas, es decir, en la que una cosa es distinta de otra. Lo mismo puede decirse de las palabras, pues la razón de ser de las palabras es para distinguir una cosa de otra. Por lo tanto, se puede decir que la no-dualidad sugiere que todo lo que la mente pueda concebir es tan solo ilusorio. Esto último aplica también para las palabras, los nombres y los pensamientos.
Se podría tomar entonces a la no-dualidad como la negación de todo lo sugerido por la mente. Pero también esto es mental y discursivo, de modo que no puede ser estrictamente real. Esto lleva a una paradoja: algo mental sugiere que todo lo mental es ilusorio. Sin embargo, esta paradoja es sólo a nivel discursivo o mental, pero la realidad existe independientemente de lo discursivo o mental, de modo que esa paradoja no existe en realidad.
Realidad vs Ilusión
Si la realidad es estrictamente no-dual, significa que la realidad está más allá de toda categoría como “dualidad” o “no dualidad”. Es más, significa que incluso la distinción entre realidad e ilusión no es del todo correcta. La ilusión no puede existir aparte de la realidad, ni puede ser tomada como algo existente por sí misma.
Si bien esto es cierto, la propuesta de la no-dualidad consiste primeramente en descubrir lo que es estrictamente real, mediante la vía negativa, para luego, por así decirlo, absorber la ilusión en esa realidad. Es decir, la no-dualidad sugiere descubrir la realidad no-dual, para luego reconocer que la dualidad no es nada distinta de ella. De esta manera se supera la oposición entre la dualidad y la no-dualidad, entre la realidad y la ilusión, entre lo verdadero y lo falso.
La dualidad, la ilusión, lo falso sólo son nombres que parecen tener existencia a causa de la ignorancia.
La ignorancia
Es sólo a causa de la ignorancia por la que la ilusión es tomada como realidad, de modo que parecen haber múltiples cosas y seres. Sólo a causa de la ignorancia es que lo aparente (la dualidad o multiplicidad) se toma como evidente, y lo real (la no-dualidad) se considera un imposible o un sinsentido.
Sin ignorancia, ni la dualidad ni la ilusión aparecerían. Sin ignorancia no aparecería ni el universo, ni el individuo, ni los nombres, ni las formas, ni la mente. Sin ignorancia, sólo la realidad sería, sin apariencias, en su forma sin forma. Solo la ignorancia hace que las cosas parezcan distintas y separadas unas de otras.
Ahora bien, ¿es la ignorancia algo aparte de la realidad no-dual?
El Ser y el no-Ser
Claramente, la ignorancia no puede ser nada aparte de la realidad no-dual. Decir que la ignorancia es algo aparte de la realidad no-dual sería contradictorio. Aquí aparece una aparente paradoja, pues si bien la realidad es no-dual, existe algo que oculta o vela este conocimiento. Para resolver esta paradoja debemos examinar el error fundamental o la contradicción base.
La contradicción primaria de la mente es asumir como cierto que tanto el Ser como el no-Ser existen a la par. Para que esto se entienda mejor, utilicemos la palabra “Existencia” en lugar de “Ser”, de modo que la contradicción quede así: tanto la Existencia como la no-Existencia existen a la par. Al observar cuidadosamente, vemos que hay algo erróneo con el concepto mismo de no-Existencia, puesto que la no-Existencia en verdad no existe, es total inexistencia, la absoluta nada o la imposibilidad misma. De este modo, decir que la no-existencia existe es de por sí una contradicción.
Bien sabemos, por el principio elemental de la lógica llamada “el principio de la no contradicción”, que una contradicción no puede ser verdadera. De este modo, la afirmación “la no-Existencia existe” no puede ser cierta y debe ser descartada. De este modo, sólo la existencia existe, o en otras palabras: sólo “el Ser” es, sin nada aparte de sí.
Es más, el no-Ser o no-Existencia jamás puede ser evidenciado ni experimentado, puesto que para evidenciar o experimentar cualquier cosa es necesario Ser/existir. Incluso si se cree haber experimentado el no-Ser, se necesita Ser para experimentarlo. Toda evidencia o experiencia revela sólo el Ser, sin rastros de no-Ser. Es decir, el no-Ser es solo un nombre para algo que en verdad no existe.
Los límites de las palabras
¿Cómo puede ser que la no-Existencia, aunque no exista, puede ser nombrada? Es aquí donde debemos examinar los límites mismos del lenguaje.
Para empezar a examinar este problema, es necesario admitir que la no-existencia es sólo un nombre (o concepto) y todo nombre necesita de su contrario para ser nombrado. Un objeto no puede ser nombrado si no se lo contrasta con algo más. Por ejemplo, al nombrar un “árbol” estamos señalando implícitamente que el árbol existe como algo diferente de otras cosas. Es decir, para las palabras, “algo” no puede existir sin “lo otro”. De este modo, los nombres tienen el poder de dividir (aparentemente) un “algo”, que es un todo continuo y homogéneo, en partes concretas y diferentes unas de otras. De hecho, esa es la función misma de los nombres: discriminar o distinguir una cosa de otra. Es más, lo mismo puede decirse de las palabras, el lenguaje, las experiencias, las emociones, etc: todos ellos requieren alguna forma de división o discriminación.
Podemos observar que los nombres necesitan de al menos dos principios (o realidades) para que funcionen, pues la función misma de la palabra es discriminar. Las palabras no funcionan con un solo principio, por eso se necesita inventar un segundo principio inexistente para que sea posible la palabra. Así, la palabra es de por sí una abstracción de la realidad, pero la abstracción no es la realidad en sí.
De este modo, las palabras están ligadas exclusivamente a la dualidad y no pueden expresar fielmente la no-dualidad, que es la realidad absoluta. Las palabras siempre se refieren a hechos relativos. Todas las cosas que pueden ser nombradas o señaladas son necesariamente relativas pues son nombradas o señaladas en relación a otras cosas, diferenciando “esto” de “lo otro”.
Lo más cercano que las palabras pueden estar de la verdad, es señalando que: sólo existe Ser sin un no-Ser, o bien, sólo existe Ser y no hay nada más. Esto implica reconocer la imposibilidad de las palabras para expresar fielmente la verdad. Es decir, nada de lo que puedan sugerir las palabras es absolutamente cierto. La verdad o realidad está más allá del dominio de las palabras, más allá de la discriminación, más allá de la dualidad. La verdad/realidad es eso que existe independiente de toda palabra, nombre o concepto. La verdad/realidad es eso que existe como la existencia misma, sin que exista nada aparte.
Reconocer esto es liberarse de la ignorancia, pues la ignorancia no es otra cosa que creer que las palabras, los nombres, las formas, los conceptos, las experiencias, las divisiones son verdaderos de por sí, cuando no son más que divisiones artificiales, imaginarias y meramente convencionales, tal como lo es dividir el tiempo continuo en fragmentos como horas y días.
Consciencia
Hemos dicho que la razón de ser de las palabras es discriminar. También hemos indicado que la discriminación entre “esto” como esencialmente diferente de “lo otro” es ignorancia, pues parte de una división artificial. Ahora bien, podemos observar que la discriminación es la función misma de lo que llamamos “mente”. No hay mente sin discriminación ni discriminación sin mente. Todos los procesos mentales involucran alguna u otra forma de discriminación. Los pensamientos involucran discriminación, así como también la percepción de los sentidos, los sentimientos y las experiencias.
Hemos dicho también que la verdad/realidad es eso que existe independientemente de la discriminación. Entonces, ¿qué es eso que existe con independencia de la mente? Sea lo que esto sea, no puede estar dividido, aunque sea la causa primaria de toda aparente división.
En la discriminación, en esencia están presentes dos cosas: el conjunto de cosas discriminadas unas de otras, por un lado, y la observación por el otro. Por observación me refiero al mero hecho de observar. Es decir, la discriminación no sólo consiste en separar las cosas unas de otras, sino también separar las cosas de la observación misma. Para la discriminación, la observación y las cosas observadas son esencialmente distintas.
Para descubrir aquello que existe independientemente de la discriminación, es necesario prestar atención a la observación en sí. Cuando hay discriminación, la observación está presente, eso es innegable, pues no puede haber discriminación sin observación. Es decir, en toda discriminación, la observación está presente. Ahora bien, ¿puede haber observación sin discriminación? Si hay observación en ausencia de discriminación, entonces es la observación aquello que existe con independencia de la mente y por lo tanto es la verdad/realidad en su “forma” original.
Observemos la discriminación un poco más de cerca. Toda discriminación es una forma de actividad mental. Discriminar es de por sí una actividad. Sin embargo, toda actividad sugiere que existe un fondo de reposo, libre de actividad, así como todo movimiento implica necesariamente un fondo inmóvil. Ahora bien, la observación no es una actividad, pues está presente incluso en ausencia de actividad: la observación es lo que observa tanto la actividad como la inactividad. No hay que esforzarse en observar pues se observa incluso sin quererlo. Por lo tanto, es necesario admitir que hay observación incluso cuando no se observa nada, así como el ojo sigue viendo aún cuando ve sólo oscuridad.
Podemos ver que la observación está siempre presente si examinamos el caso del sueño profundo en el que no hay actividad mental. Para ello utilizaremos la palabra “consciencia” en lugar de “observación”, pues su sinónimo. Ahora bien, si no hubiese alguna forma de consciencia durante el sueño profundo no sería posible despertar. Pero claramente es el caso que si uno es zarandeado estando en sueño profundo, despierta; eso necesariamente implica alguna forma de consciencia. No existe la "inconsciencia" porque debe haber conciencia para darse cuenta de esa "inconsciencia", de la misma manera que no hay no-Ser porque eso implica Ser para experimentarlo o conocerlo. Entonces, la "inconsciencia" es imposible.
Podemos concluir entonces que la observación/consciencia está siempre presente, haya o no haya discriminación. Por lo tanto, la observación/consciencia es lo que existe independientemente de la discriminación o mente. La observación/consciencia es inevitable.
Concluimos entonces que la consciencia es la realidad misma. La consciencia es lo mismo que Ser. La consciencia/observación no es una actividad que el Ser hace, sino que la consciencia es lo que el Ser ES.
Observación vs lo observado
Hemos visto que la mente discrimina la observación de lo observado, creando una división inexistente, pues toda discriminación es falsa. Por lo tanto, no puede haber real separación entre la observación (consciencia) y lo observado. La observación y lo observado son lo mismo. Si esto es así necesariamente, ¿cómo debemos comprender esta igualdad entre la consciencia y lo observado?
Para analizar en más detalles este problema, planteemos el mismo de otra forma: la división entre sujeto y objeto o mejor dicho, entre sujeto, objeto y observación. Empecemos por analizar el sujeto: ¿es el sujeto el que realmente conoce al objeto? Si observamos detenidamente vemos que el sujeto no es más que un conjunto de ideas y pensamientos que conforman una identidad, la cual es una identidad que ha sido construida. De este modo, el sujeto, entendiendo al sujeto como un “Yo” o como una identidad construida, no es en realidad lo que observa los objetos, sino que es parte también de lo observado. Es decir, el sujeto es parte de lo observado. De este modo, la división entre sujeto-objeto-observación se reduce a objeto-observación. Entonces, ¿qué es aquello que realiza la observación? Solamente la observación misma, la cual es consciencia. Pero, ¿es el objeto algo realmente distinto de la observación?
¿De dónde proviene lo observado sino de la consciencia? La consciencia es el origen, la sustancia, el espacio y la disolución de todo lo observado. De este modo, todas las cosas observadas no son otra cosa que consciencia; la consciencia lo abarca todo. Todo pensamiento, toda experiencia, todo sentimiento, toda percepción, todo nombre, toda forma, todo es en realidad consciencia. Incluso la discriminación no es nada aparte de la consciencia. Ni la mente es algo aparte. Es más, ni siquiera la ignorancia es otra cosa que consciencia. No hay nada que la consciencia no sea.
Observemos el caso de la materia, la cual es entendida que existe con independencia de la consciencia. Pero, ¿realmente existe tal cosa como algo separado de la consciencia? Cuando experimentamos la materia, ¿experimentamos la materia en sí o solamente una representación en la consciencia? Todo lo que experimentamos es siempre una representación u objeto de consciencia. Jamás se podría comprobar la existencia de algo fuera de la consciencia, pues toda experiencia y conocimiento implican consciencia. Por lo tanto, la noción de materia, como algo independiente de la consciencia, debe ser descartada. El mismo análisis aplica para nociones de energía, tiempo y espacio.
La consciencia es el fondo indiviso, homogéneo y continuo sobre el que aparecen todas las divisiones, que no son más que nominales. Sin embargo, todo nombre se refiere en realidad a la consciencia. Todos los nombres son diferentes nombres de la única realidad-consciencia. Aunque un nombre sea diferente de otro en apariencia, nombran la misma realidad. Incluso la ilusión no es más que un nombre de la realidad.
La libertad original
Reconocer la realidad no-dual es el comienzo de un proceso de liberación del yugo de la ignorancia. ¿Por qué la ignorancia es un yugo? Porque hace creer que las apariencias son la realidad. Esta confusión divide la realidad en nombres y formas, diferentes unas de otras, y que en su interacción crean conflicto. Este conflicto es la causa del sufrimiento.
El sufrimiento es sólo causado por el conflicto y el conflicto es sólo causado por la división. Ahora bien, ¿qué causa la división? Solo las palabras causan división, pues las palabras de por sí dividen: esa es su función. Por lo tanto, no habría sufrimiento sin palabras, nombres, conceptos y pensamientos; esto es, no habría sufrimiento sin discriminación.
Pero como todas las palabras no son la realidad en sí, entonces el sufrimiento derivado tampoco es real. Las palabras son ilusorias y el sufrimiento también. La realidad, que existe independientemente de las palabras, existe también independientemente del sufrimiento. Es decir, la realidad no-dual está libre de sufrimiento. El Ser-Consciencia no sufre, pues no hay división ni conflicto en sí. Por lo tanto, la verdadera libertad es la condición original del Ser, en la que no hay división: nada aparte de sí que le someta o le condicione.
El camino directo a la libertad
La libertad verdadera es la libertad del yugo de la ignorancia, que nos hace creer que las divisiones y discriminaciones impuestas por los nombres y juicios son verdaderos, que nos hace creer que “esto” es diferente de “aquello”, que “yo” soy diferente de “lo otro”. Estas diferencias son tan solo nominales, sin verdadera existencia.
El principal camino propuesto por la no-dualidad es “el camino directo” o el camino del reconocimiento de la realidad esencial, por medio de la indagación del Ser, el Yo, la mente y la Consciencia.
Es un camino directo porque se trata de reconocer lo que está siempre presente, aquí y ahora, sin cambio. El objetivo del camino directo es la eliminación de la ignorancia, que es lo único que nos impide ver la plenitud del Ser.
Al descubrir que todos los nombres, y por ende todas las divisiones y diferencias, son inexistentes, ¿dónde está la ignorancia? La ignorancia desaparece cuando se descubre que cualquier intento por dividir la realidad no-dual resulta en ilusión. Se puede decir entonces que la ignorancia desaparece cuando se le investiga, de la misma manera que la oscuridad desaparece cuando se la alumbra para inspeccionarla.
Reconocer que la realidad es no-dual, indivisible y sin que nada exista aparte de sí, es reconocer que esa realidad es el Ser que yo verdaderamente soy y que la condición original del Ser es libertad, sin nada real que lo condicione. Todo condicionamiento es ilusorio, así como todo sufrimiento y conflicto.
Por lo tanto, el Ser que verdaderamente Yo Soy, es la paz, la plenitud, la felicidad, la libertad incondicionada. Esto es aquí y ahora, sin que pueda ser de otra forma.
Conocer más
Esta exposición de la no-dualidad se basa ampliamente en la asimilación entre dos vías de comprensión. Por un lado, en occidente, tenemos a Parménides, con su asombroso “discurso de la verdad”, tan breve y a la vez tan profundo y lógico. Por otro lado, en oriente, tenemos a la escuela Vedanta Advaita. Para conocer esto último se puede recurrir a escritos de varios maestros como Adi Shankara, Ramana Maharshi, Nisargadatta Maharaj y Atmananda Krishnamenon. También se puede recurrir a textos clásicos del advaita como: Avadhuta Gita, Ashtavakra Gita, Bhagavad Gita, Ribhu Gita, Yoga Vasistha, entre otros.
Sin embargo, la no-dualidad o no-dualismo está presente en varias otras culturas y tradiciones, como el Taoísmo, el Shivaísmo de Cachemira, ciertas escuelas del Budismo, en el Sufismo (por ejemplo Ibn Arabi), en el paganismo (por ejemplo en el Neoplatonismo), incluso en la tradición cristiana (por ejemplo Maestro Eckhart).
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