Meditación Guiada: Yo Soy

En esta meditación guiada entraremos en contacto íntimo y directo con el Yo, el verdadero Yo. Sentiremos su presencia, su plenitud y su permanencia.

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Para esta meditación guiada en formato de video, puede ir al video de YouTube.


Siéntate en una posición cómoda, con los ojos cerrados, respirando relajadamente y escuchando atentamente estas palabras.


Empecemos.


Dejemos ahora todo atrás, estemos dispuestos a perderlo todo, incluso aquello que tanto amamos.

Lo único que nos separa de la presencia del Ser, son los conceptos que tenemos de nosotros mismos.

Iremos pelando todas las cáscaras, todos los conceptos, todas las ideas, hasta llegar al núcleo: el Yo verdadero.

Cuando ya no quede nada, nada a lo que podamos aferrarnos, entonces sentiremos la presencia de ese Yo.


Dejo atrás todo lo que creo ser, pues ninguna identificación es real.

Todo lo que pueda ser descartado, no soy yo.

No soy lo que creo ser.

No soy mi nombre.

No soy una persona, tampoco un individuo.

No soy mi carácter ni mi personalidad.

No soy mi historia.

No soy el rol que asumo ni las máscaras que llevo.

No soy mi imagen en el espejo.

No soy nada que pueda señalar.

No soy hombre o mujer.

No soy un ser humano.

No soy siquiera un ser vivo.

No soy algo ni alguien en particular.

No soy mi cuerpo ni mi mente.

No soy esto ni aquello.

No soy nada de lo que las palabras puedan decir.

No soy nada de aquello con lo que me identifico.


Cuando nada más puede ser eliminado, entonces resplandece el Yo verdadero.

El Yo verdadero es lo que queda cuando nada queda.

Nada puedo decir acerca de mí mismo, excepto que Yo Soy; eso es lo único que sé con total certeza.

Todo lo demás proviene de las observaciones de los sentidos, los cuales no son de fiar.

Los sentidos no son confiables, pues son intermediarios.

Solo en la consciencia interna se puede confiar, pues es conocimiento directo e íntimo.

Todo lo que viene después no son más que supuestos y creencias.

Todo lo demás no hace más que ocultar mi ser, olvidándome de lo que soy, como entrando en un sueño.

Aún si todo esto fuera un sueño, lo único que puedo estar seguro en este sueño es que Yo Soy.

Este Yo Soy es consciencia pura, impersonal, incorpórea, desidentificada de todo objeto o sujeto.

Esta consciencia es lo que está siempre despierto en mí, soñando ser alguien viviendo en un mundo distinto de sí.


Yo soy esto o aquello, son palabras vanas y engañosas.

Toda identificación es falsa, perdiéndose de vista el Yo verdadero.

Todos los nombres son falsos.

Yo Soy es el nombre verdadero.

Yo Soy es el nombre de Dios.

Yo Soy el que Soy.


Pasamos por alto esta verdad todos los días.

A fuerza de hábito vamos detrás de las cosas externas, impulsados por los sentidos y las apariencias, obviando lo que sabemos íntimamente.

Andamos como en un sueño, creyendo que el sueño es realidad.

Vivimos en base a supuestos y es claro que los supuestos llevan a la ignorancia y la ignorancia al sufrimiento.

No estamos aquí para seguir ocultando la verdad ni mucho menos para sufrir.

Estamos aquí para ser reconocer la verdad y descubrir el inmensurable tesoro que guarda.


Observemos este Yo por un momento.

¿Es diferente este Yo de ahora con el Yo del pasado?

No, este Yo es siempre el mismo Yo, invariablemente, sin cambios, sean cuales sean las circunstancias.

Siempre presente, se encuentra tanto en el placer como en el dolor.

El Yo es lo único incondicional en toda experiencia.

A pesar del conflicto externo, el Yo permanece inalterado.

El Yo es el fondo sobre el que ocurre todo conflicto y resolución.

Por lo tanto, a este Yo nada puede afectarle.

Así, el Yo verdadero no tiene miedo y su verdadera naturaleza es paz y seguridad.

Mi verdadero Yo, siempre presente, es paz permanente.


De nuevo, observemos a este Yo por un momento.

Este Yo, sí mismo, ¿podría estar dividido?, ¿podría tener algo diferente de sí en sí?

Imposible. En este Yo solo hay Yo y nada más. Es sí mismo por entero, sin división ni conflicto.

Aún cuando este cuerpo esté enfermo, el Yo no puede estar enfermo.

El Yo es el fondo sobre el que ocurre toda enfermedad y curación.

Por lo tanto, el Yo es invulnerable a la enfermedad y por siempre entero y completo.

Así, este Yo, que Yo Soy, es salud incondicional.


De nuevo, observemos a este Yo por un momento.

Este Yo, que ya ES, ¿necesita algo más para Ser? ¿Le falta algo?

No, pues ya es completo: su ser es su propia plenitud, aunque esté vacío de toda cosa.

Ser es todo lo que soy y todo lo que tengo, no hay nada más ni nada menos.

Por lo tanto, este Yo no necesita nada, no le falta nada, es completo de por sí, satisfecho de sí mismo.

Aún cuando el cuerpo tenga necesidades, el Yo no las tiene.

Mi verdadero Yo, siempre presente, es felicidad incondicional.


De nuevo, observemos a este Yo por un momento.

En este Yo, ¿puede haber algo distinto de sí mismo?

No, eso sería imposible. En este Yo solo hay Yo.

No puede haber división, ni conflicto, ni separación, ni diferencia en este Yo.

Por lo tanto, este Yo es uno, en perfecta unidad, homogéneo, indivisible, completo.

Esto es amor: la unión de lo que nunca estuvo dividido; la certeza de la unidad.

Mi verdadero Yo, siempre presente, es amor incondicional.


Por tan solo ser, tengo todo esto: paz, amor y felicidad.

¿No es esto maravilloso?

¡Qué inmensa gracia!

¡Qué inmensa bondad!

Un tesoro tan grande que siempre tuve y no lo sabía.

He cubierto este tesoro con ignorancia e ingratitud: creyendo que otras cosas, personas, experiencias o circunstancias podrían darme eso que mi alma anela.

He buscado fuera de mí mismo lo que siempre estuvo aquí, en mi Ser.

Mi ser es todo lo que soy, todo lo que necesito y todo lo que ya tengo.

Mis sentidos me han engañado todo este tiempo, ocultándome lo que es evidente para el espíritu.

La más pequeña e insignificante de todas las cosas, y sin embargo, lo es todo para mí.

El Ser es el agua de la que se bebe y ya no se vuelve a tener sed.

Tal es el contento y la gracia de tan solo Ser.


Si la mente cree que necesita algo, miente.

Si la mente cree que le falta algo, miente.

Si la mente cree que puede sufrir daño, miente.

La mente, ignorando el Yo verdadero e identidicándose con el cuerpo, impone las mismas limitaciones del cuerpo al ser.

Por eso cree que necesita algo, que le falta algo, de allí su constante agitación e insatisfacción.

Este error es cortado de raíz por la verdad.

Solo la verdad libera de las cadenas de la ignorancia y del sufrimiento.


El Yo verdadero no tiene necesidad de nada, no le falta nada y nada puede dañarle.

El Yo verdadero no tiene limitaciones, ni nace ni muere, es siempre sí mismo, sin cambios.

La naturaleza del Yo verdadero es paz y felicidad sin condiciones.

Sintamos esta paz y esta felicidad inherentes.

En perfecta unidad con su Ser, el Ser expresa su amor incondicional.

Sintamos este amor, en nosotros y entre nosotros.

Solo esto es felicidad duradera.

Solo esto es libertad.


Toda la práctica se resume en permanecer en la presencia del Yo verdadero y satisfacerse tan solo de Ser.

Si estamos contentos por tan solo Ser, seremos contentos en cualquier circunstancia, sabiendo que siempre se ES.

La gracia y amor del Ser, siendo inteligencia infinita, nos liberará de toda esclavitud.

Su propia gracia y amor limpiará nuestras mentes de toda ignorancia y sentido de individualidad,

hasta que nos hagamos uno con él, en corazón y mente.

Dejemos todo en sus manos y gocemos de su amorosa presencia.


Bendita sea la verdad que libra de toda oscuridad y nos hace vivir en luz.


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