El verdadero amor propio

Una exploración del verdadero amor propio y su importancia para encontrar libertad, paz y felicidad.

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En esta exposición analizaremos una problemática bastante seria que afecta a la mayoría de las personas, en mayor o menor medida: la falta de amor propio o de aceptación de uno mismo tal como uno es. Esta es una problemática que tiene un impacto negativo en la sensación de bienestar que uno puede tener. Empezaremos examinando las expresiones de esta falta de amor propio, viendo cuáles son sus principales síntomas, luego examinaremos sus causas y por último veremos qué hacer para remediar esta situación.


Vale mencionar que este análisis no se limita al amor propio en el sentido de autoestima, que tiene más que ver con la personalidad individual, sino que se centra en la sensación de disconformidad existencial con el propio Ser que uno es. Es decir, este análisis se centra en la naturaleza fundamental o esencial del Ser y no solo una deficiencia en la personalidad.


Los síntomas de la falta de amor propio


Para comenzar a comprender de qué se trata esta falta de amor propio, podemos notar que se manifiesta de tantas formas en nuestras vidas, pero que en su forma más básica y general se presenta como una sensación de “Yo no me siento bien con lo que soy. No estoy satisfecho conmigo mismo, siento que me falta algo, siento que no estoy completo tal como soy. Es más, siento que algo está inherentemente mal en mí, como si por naturaleza estuviera corrompido, como si en esencia mi corazón es impuro”. Este sentimiento puede resumirse simplemente como el sentimiento de que “Yo no puedo ser sencillamente tal como soy, porque algo está mal en mí”. Este sentimiento de disconformidad, indignidad o deficiencia que uno siente hacia sí mismo se expresa en múltiples narrativas como: “Tengo que ser diferente a como soy ahora, necesito cambiar, necesito mejorar, necesito arreglar esto en mí”. “Necesito alcanzar tal o cual meta para sentirme realizado”. “Necesito de algo o de alguien para sentirme completo”. “Necesito sanar estas heridas para volver a sentirme bien conmigo mismo”.


En esencia, esta falta de amor propio es una resistencia o conflicto con lo que somos AHORA. No nos sentimos satisfechos y en paz con lo que somos AHORA. Ponemos nuestra esperanza en el futuro o nuestra satisfacción en un recuerdo del pasado. Esta resistencia o conflicto es sufrimiento, un sufrimiento existencial, un sufrimiento que se tiene por el simple hecho de existir o de ser lo que somos. ¿Cómo podemos comprobar que esto es así? Este sufrimiento puede constatarse por el hecho de que nos esforzamos en ser otro de lo que somos, es decir, nos esforzamos en aparentar ser algo o alguien que en verdad no somos. Es decir, somos deshonestos con nosotros mismos: nos ponemos una máscara con la que intentamos ocultar nuestro sentimiento de insatisfacción. Esta máscara es lo que se conoce como Persona, Ego o Individualidad. El Ego es una falsa identidad y está construida de mentiras y opiniones. Esas mentiras son las que nos separa de nuestro corazón y su honestidad y transparencia. Estas mentiras nos alejan de nosotros mismos, nos aleja de la verdad que ya está en el corazón, y así nos esforzamos en “parecer” antes que en “ser”, camuflando nuestro sentir con sentimientos que en verdad no sentimos, queriendo cosas que en verdad no queremos, diciendo cosas que en verdad no queremos decir, realizando acciones motivadas por la necesidad, la comodidad o la obligación. En otras palabras, no escuchamos el corazón y no confiamos en su sabiduría, sino que preferimos sostener nuestras mentiras, pues ellas conforman esta identidad que erróneamente asumimos, por miedo y por hábito. Al no escuchar la voz de nuestro interior, nos entregamos a las voces exteriores y a las narrativas de la mente y sus condicionamientos, que nos dicen cómo tenemos que ser y vivir.


En síntesis, el sentirnos mal con nosotros mismos nos hace sentir insatisfechos y en conflicto con la honestidad del corazón, buscando las respuestas fuera y vivir de acuerdo a los condicionamientos de nuestra falsa identidad y las opiniones de los demás.


Así vivimos sin saber quiénes realmente somos.


La causa de la falta de amor propio


Ahora bien, ¿por qué nos sentimos así? ¿Cuál es la causa verdadera de este sentimiento de insatisfacción y conflicto interno?


La causa es muy sencilla: nos tomamos a nosotros mismos como alguien que en verdad no somos. Al no reconocer nuestra verdadera identidad (nuestra naturaleza real, nuestra esencia, nuestro ser) creamos todo tipo de ficciones e historias alrededor nuestro, creyendo que son ciertas y tomamos estas historias como nuestra identidad. Nos aferramos a esa falsa identidad y este falso Yo es quien se siente insatisfecho y en conflicto consigo mismo. Se siente insatisfecho pues se siente limitado y al sentirse limitado siente también que algo le falta. Se siente en conflicto pues se siente dividido, alienado o separado de sí mismo.


Creemos que amamos a este falso Yo, pero en verdad no es así, puesto que solo lo amamos cuando cumple ciertos criterios o condiciones, como cuando siente que tiene algo valioso, cuando ha logrado algo importante o cuando se siente amado por otros. Pero apenas estas condiciones no se cumplen, ya no nos gusta y nos sentimos mal con nosotros mismos. Es decir, al amar a este falso Yo, no nos amamos a nosotros mismos, sino solo a una imagen en el espejo, y solo cuando lo que vemos en esa imagen nos gusta. Pero esa imagen no es lo que somos, es solo una identidad artificial que se fue construyendo por condicionamientos. Este Yo solo se ama superficial y condicionalmente, solo si satisface ciertas condiciones, tanto en su persona como en sus circunstancias. Si las circunstancias no son favorables para su persona, se siente infeliz. Así, tanto su amor propio como su felicidad son solo condicionales. Es decir, en verdad no se ama cuando parece amarse, pues solo ama una imagen y no a sí mismo. Tampoco es realmente feliz, pues su felicidad es frágil y pasajera, al depender de cosas de las cuales tiene poco o nulo control.


En síntesis, la causa raíz de este sentido de insatisfacción y conflicto, que se experimenta también como sufrimiento o infelicidad, es que nos aferramos a una falsa identidad condicionada y así tanto el amor como la felicidad son también condicionadas.


¿Qué hacer para resolver este problema?


Al reconocer la causa raíz de esta falta de amor propio, es fácil ver que para resolverlo es necesario reconocer quiénes realmente somos y cuál es nuestra verdadera naturaleza. Y no solo un reconocimiento, sino una permanencia en ese Ser verdadero. En otras palabras, la solución es ser lo que realmente somos.


¿Quién soy yo?


Si examinamos cuidadosamente esta propuesta de solución, veremos que algo está mal en ella, pues ya somos ahora lo que verdaderamente somos y no podemos ser otra cosa u otro ser aparte de lo que verdaderamente somos, por mucho que nos esforcemos en cambiar o en aparentar ser otro. Siempre somos el mismo ser, aún si ignoramos quiénes somos. 


Pero para ayudar a reconocer quiénes somos, podemos valernos de un hecho muy simple que todos/as podemos estar de acuerdo: “Yo soy lo que ya soy ahora y permanezco siendo el mismo siempre, incondicionalmente y sin cambio”. Esto se constata por el hecho que todos/as tenemos la certeza de ser el mismo ser a pesar de todos los cambios que pudieron haber ocurrido en nuestras vidas. Por ejemplo, a pesar de que en la niñez pude haber sido una persona muy distinta a como soy ahora, con una mente y un cuerpo totalmente distinto, sigo siendo el mismo ser de siempre. De la misma manera, una mariposa sigue siendo el mismo ser que fué cuando tenía el cuerpo-mente de la oruga. De este modo, el ser que soy está siempre presente y no cambia en esencia, a pesar de que en apariencia cambie, tanto en cuerpo como en mente.


Por lo tanto, la pregunta “¿quién soy yo?” podría reformularse como “¿qué es eso que está presente ahora y que permanece presente siempre, a pesar de todos los cambios?”. Claramente, no puedo ser el cuerpo ni la mente, pues ambos cambian. No puede ser la Persona o Ego, pues al ser solo un contenido mental, va cambiando con el tiempo. ¿Qué es entonces el Ser? El Ser es esa presencia consciente que no cambia y que sin embargo presencia los cambios. Esta “presencia consciente” es otra expresión para “Consciencia”. Consciencia es aquello por lo cual todas las cosas son conocidas, observadas o experimentadas. Consciencia no es algo conocido, sino aquello por lo cual se llega a conocer. Es decir, yo soy la presencia consciente inmutable, y no soy un cuerpo ni una persona que cambia. Yo soy la superficie sobre la que aparecen todos los cambios, incluyendo los cambios del cuerpo y la mente. Esta Presencia-Ser-Consciencia es mi verdadera identidad. No soy una persona o individuo. Esta Presencia-Ser-Consciencia es como la pantalla sobre la que se proyecta una película, y la persona que yo creía ser es solo un personaje en esta película. Esta pantalla, Consciencia, es lo que soy, esta es mi verdadera naturaleza, mi esencia, mi realidad, mi verdadero rostro, más allá de todas las máscaras y apariencias. Este es mi corazón desnudo, sin añadidos ni adornos.


Siendo que el ser que soy no cambia, ningún esfuerzo en cambiar lo que soy se justifica realmente. No tengo que lograr, ni mejorar, ni alcanzar, ni sanar nada, pues todas esas acciones implican cambio. Todo lo que puede cambiar es la persona, que es tan solo una falsa identidad. Así, ya soy AHORA lo que en verdad soy. De esta manera me siento realizado, sin haber logrado nada, sino que tan solo he reconocido quién soy en verdad. Este sentirme realizado es ya la solución al problema de insatisfacción o conflicto conmigo mismo. Este reconocimiento es mi alivio, mi gozo, mi paz, mi plenitud y felicidad. 


De este modo podemos concluir que la naturaleza de esta Presencia-Ser-Consciencia es paz, libertad y felicidad.


¿Cómo establecerse en esta verdadera identidad?


Aunque hayamos reconocido lo que en verdad somos, esa Presencia-Ser-Consciencia, libre de conflicto e insatisfacción, la mente todavía guarda la fuerte tendencia y hábito de identificarse con un ego, individuo o persona, de modo que este Yo volverá a sentirse en infelicidad y fragilidad. Por eso se hace necesaria no solo una forma de reconocer lo que somos sino de permanecer, conscientemente, en esta verdadera identidad. Así, en los momentos en los que olvidamos quiénes somos y nos sentimos mal con nosotros mismos o con las circunstancias, necesitamos tener una manera directa de volver a conectarnos con nuestra esencia y sentir su plenitud y libertad.


Una forma muy efectiva de establecernos en nuestra verdadera identidad, siendo lo que en verdad somos, con plena claridad, es utilizar una fuerza que ya está presente en todos nosotros y que es la razón primaria de todas nuestras actividades. Para descubrir qué es esta fuerza nos podemos preguntar: ¿qué es lo que realmente queremos?, o ¿qué es lo que más deseamos o amamos?, o ¿qué es lo que amamos cuando amamos a algo, a alguien o a alguna experiencia? No amamos las cosas, las personas o las experiencias por sí solas, sino que las amamos por la felicidad que nos producen, ya que si ellas no nos producen felicidad, entonces no las amaríamos. La felicidad que obtenemos de ellas es solo una felicidad indirecta o derivada, y por lo tanto no es verdadera o fundamental. Todas estas cosas son solo medios para alcanzar la felicidad verdadera. En pocas palabras, lo que en verdad amamos es verdadera felicidad.


Es más, solo amamos la felicidad porque nos amamos a nosotros mismos, puesto que si no nos amaramos a nosotros mismos no amaríamos tampoco la felicidad. Amamos la felicidad porque nos amamos a nosotros mismos y nos amamos a nosotros mismos porque amamos la felicidad. Sentimos que esta felicidad es nuestra verdadera naturaleza, nuestro estado natural de ser, nuestra salud, nuestro hogar. Sentimos que en esta felicidad nos experimentamos a nosotros mismos tal como realmente somos.


Siendo que esta felicidad es nuestro estado natural y real, ¿para qué buscarla, ya sea en cosas, personas o experiencias y para qué esforzarse por alcanzarla? Tan solo se ha de reconocer la presencia de esta felicidad en el aquí y el ahora. Esto es reconocer que lo que más amamos ya está presente. Este es el amor verdadero: el amor a uno mismo, el amor incondicional que el Ser siente por sí mismo, tan incondicionalmente como la presencia del propio Ser, que no puede faltar. Este amor a nosotros mismos es la fuerza que puede mantenernos en nuestra verdadera identidad y traernos de vuelta a nuestro hogar cada vez que salimos de ella. Este amor a uno mismo es el camino directo a la felicidad, pues es la fuerza que une la felicidad y el Ser, o más bien, el amor descubre o revela que el Ser es la felicidad que tanto amamos.


Sin embargo, el amor propio que estamos acostumbrados a tener es un solo amor condicional, que a veces ama y otras no, que acepta algunas cosas y otras no, de acuerdo a sus preferencias y aversiones. Este es solo un amor al Ego o Persona, que es una falsa identidad construida por condicionamientos. Mientras creamos que somos un Ego o ser limitado, el amor propio seguirá siendo condicionado y por lo tanto la felicidad también será sólo condicional e impermanente. Por el contrario, el amor que el Ser siente hacia sí mismo es el amor que encuentra la felicidad en sí mismo: la felicidad siempre presente por el mero hecho de ser o existir.


El verdadero amor propio no es un amor al ego o la persona, sino a la Presencia-Ser-Consciencia que es también felicidad. Este amor tiene una fuerza tan grande que puede hacernos sentir esta felicidad en el momento en el que amamos lo que somos. Pero este amor no es algo que tengamos que adquirir, sino que ya está presente en todos/as, pues todos/as se aman a sí mismos, sin excepción, incluso aquellas personas que tienen comportamientos autodestructivos, pues estos comportamientos son medios con los que se busca alguna especie de alivio.


El problema surge cuando este amor se cubre de mente y con ello se pierde de vista lo que ya está presente ahora. La mente está sujeta al tiempo y al cambio; de hecho, la mente solo percibe cambio y por lo tanto no puede percibir aquello que no cambia, que es la Presencia-Ser-Consciencia. De esta manera, el amor+mente ama aquello que cambia, por lo tanto ama a la persona (el ego o falsa identidad) y a las circunstancias que son favorables a este sentido de individualidad personal. Pero este amor es claramente condicionado, pues ama solo aquello que considera “bueno” y desprecia aquello que considera “malo”, de acuerdo a sus condicionamientos. 


Mas el verdadero amor propio, el amor que está libre de mente, es el amor incondicional. Ese amor que no pone condiciones para amar, sino que simplemente ama, pues es su propia naturaleza. Este es el verdadero amor propio: el amor a la felicidad, a esa felicidad que es la naturaleza misma del Ser. El verdadero amor propio es amar lo que uno es AHORA, sin importar nada más, sin que haya ningún pasado ni ningún futuro, sin que haya una posibilidad de cambio, sin esperar que algo mejore y sin tener en cuenta ninguna condición. Esto es amarse a uno mismo por el simple hecho de ser o existir. Amarse a uno mismo por el simple hecho de ser es amarse a uno mismo incondicionalmente, pues sea cual sea la condición en la que uno se encuentre, uno siempre es, uno siempre existe. Este es el hecho más fundamental de nuestra experiencia: el hecho que existimos, sean cuales sean nuestras experiencias. Así, amar el ser es amar lo más fundamental. Este amor es la esencia y el propósito de la vida, pues no hay otro propósito en la vida que ser verdaderamente felices, y este amor es esa felicidad.


La mente tiene la tendencia a no ver la felicidad siempre presente y por eso se esfuerza en ser feliz o teme perder la felicidad que cree poseer. Pero el amor al ser, que ahora y siempre somos, nos dice claramente: “esa felicidad que tanto esperas y buscas ya está aquí y ahora y no te puede abandonar, pues es la naturaleza intrínseca del ser. Deja de esperar, de buscar y de esforzarte en ser feliz, pues la felicidad que puede ser alcanzada no es la verdadera felicidad, pues todo lo que se alcanza se volverá a perder tarde o temprano; en cambio, la verdadera felicidad es gratuita y está siempre presente, sin esfuerzo alguno. Solo la mente busca la felicidad en las condiciones, en el pasado o en el futuro, pues la siente ausente aquí y ahora. Mas el corazón, en cuyo centro brilla el amor al ser incondicionado, encuentra la felicidad en sí mismo”. 


Para este amor no hay nada que esperar ni cambiar, sino tan solo reconocer lo que ya está presente. Este es el amor que revela la felicidad que estaba oculta por las nubes de inquietud de la mente. Por lo tanto, para establecernos en esta felicidad, tan solo es necesario sentir este amor que ya está presente, que es la fuerza misma de la vida y el impulso en todas nuestras actividades, y hacer de este amor nuestra práctica continua y natural. 


Una práctica sencilla para sentir la felicidad de Ser


Hemos visto que el principal obstáculo por el que no sentimos la paz, libertad y felicidad de Ser es que la mente crea narrativas y juicios contra uno mismo, pues no conoce su verdadera identidad. Para contrarrestar este hábito o tendencia se puede reconocer que el Ser está presente siempre sean cuales sean las circunstancias y que la naturaleza del Ser es amor y felicidad. Por lo tanto, no hay ninguna razón válida para sufrir o inquietarse. Así, cada vez que la mente crea juicios contra uno mismo, entrando en el sufrimiento, se puede reconocer que esos juicios no son verdaderos. Es más, el individuo que es el sujeto del sufrimiento tampoco es real, pues el Yo verdadero no es un individuo limitado. Lo que es real es la Presencia-Ser-Consciencia siempre presente e inmutable, cuya naturaleza es la libertad.


Para debilitar los juicios de la mente que nos llevan al sufrimiento, podemos más bien escuchar el corazón sincero y desnudo que nos dice: “Yo me amo tal como soy ahora mismo. Me amo a pesar de mis defectos, me amo aunque no tenga lo que deseo, me amo aunque no parezca ser lo que quiero ser, me amo a pesar de todos mis errores del pasado, me amo aún cuando estoy pasando por momentos difíciles. Me amo en la salud, me amo en la enfermedad; me amo en lo mucho, me amo en lo poco; me amo cuando me aman y me amo cuando me desprecian. Me amo aún cuando nadie lo hace de verdad. Me amo sin importar lo que opine la gente y sin importar tampoco los juicios de la mente. Me amo sin importar mi edad, mi belleza ni mi cuerpo. Me amo sin que importe mi conocimiento, mi inteligencia ni mi personalidad. Me amo sea como sea este cuerpo y sea como sea esta mente.


Me amo por el simple hecho de Ser. Me amo sean cuales sean las circunstancias, sea cual sea el lugar donde esté, sea cual sea mi entorno y situación. Me amo aunque no pueda cambiar nada y todo sea inevitable. Me amo sea cual sea mi destino. Me amo sea lo que sea que la vida me ponga enfrente.


Me amo si gano y me amo si pierdo. Me amo en la abundancia y me amo en la escasez. Me amo sean cuales sean mis experiencias, pues yo permanezco el mismo sean cuales sean ellas.


Me amo porque sí, sin necesitar de ninguna razón para amarme. Me amo porque esa es mi verdadera naturaleza. Me amo porque no lo puedo evitar. Me amo porque esto es lo que soy. Yo soy este amor que ama la felicidad. Yo soy esta felicidad.


Yo estoy presente en ti.

Yo soy la presencia en sí.

Ama esta presencia.

Ama lo que en verdad eres.

Ama, pues eso es lo que eres.”



1 comment
anonimo September 22, 2023

buena lógica al amor propio. gustaso leer. la lógica y la razón libera... gracias x compartir!

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